ABUELOS Y NIETOS


 


 






Los nietos son como una herencia. Se ganan sin merecer. Sin haber hecho nada para eso, de repente le caen del cielo...es, un acto de Dios. Sin pasar las penas del amor, sin los compromisos del matrimonio, sin los dolores de la maternidad.
Y no se trata de un hijo apenas supuesto. El nieto es, realmente, la sangre de su sangre, hijo de hijo, más hijo que hijo mismo...
Cincuenta, sesenta, setenta años... Se siente, obscuramente, en nuestros huesos, que el tiempo pasó más de prisa de lo que se esperaba. No incomoda envejecer, es claro. La vejez tiene sus alegrías, y sus compensaciones: todos dicen eso, aunque uno personalmente, aun no lo tenga descubierto, pero lo cree.

 


Todavía, también, obscuramente, hay veces que se siente aquella nostalgia de la juventud. No de amores con sus pasiones: la dulzura de la mediana edad no le exige esa efervescencia.
Los recuerdos son algo que uno tiene, sutilmente, junto con la juventud.
Los bracitos de los hijos. El tumulto de la presencia infantil al derredor.
OH, Dios, para donde fueron esos niños? En aquellos adultos llenos de problemas que hoy son los hijos, que tienen suegro y suegra, cónyuge, empleo, apartamento y prestamos, uno no encuentra de modo alguno sus niños perdidos.
Son hombres y mujeres - no son mas aquellos que uno recuerda. Y entonces, en un bello día, sin que le fuese impuesta ninguna de las agonías de la gestación o del parto, nos colocan en los brazos un bebé. Completamente gratis.
¿No es eso una maravilla?


Sin dolores, sin llanto, aquella criaturita de la cual uno moría de recuerdos, símbolo de la juventud perdida. Aquella criaturita, lejos de ser un extraño, es un hijo nuestro que nos fue devuelto. Y lo extraño es, que todos le reconocen el derecho de amarlo con extravagancia. Al contrario, causaría espanto, decepción si tu no lo acogieses con todo aquel amor recalcado que hace años se acumulaba desangrándose en tu corazón.
Tengo la certeza de que la vida nos da nietos para compensarnos de todas las perdidas traídas por la vejez, son amores nuevos, profundos y felices, que vienen a ocupar aquel lugar vacío, nostálgico, dejado por los arrobos juveniles.
Y, cuando tu vas a levantar el niño ese, tonto de sueño abre los ojitos y dice: "abuelo", tu corazón estalla de felicidad!"
A ti querida abuela o abuelo que ya tienes nietitos sabes cuanto es de grande el amor que los une, cómo es grandioso este amor que es la continuidad de nuestros hijos, donde vemos nuestras semillas de paz, armonía, alegría y amor brotar en nuestra caminata de gran conquista al abrazar nuestros nietos.
¡Volvemos en el tiempo a abrazar y amar doblemente a nuestros hijos!






 



Ludy Mellt Sekher©

 


Fragmento de :
"Haz de ti un Triunfador"
I.S.B.N.2.823.-331-25-9
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial L.M.S.
Montevideo Uruguay

 




 

 

 

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