Para
que nuestros hijos sean felices no te ubiques como jefe o jefa de la
familia. Haz que tus hijos te vean y sientan como el mejor amigo, no como
el padre o madre que hay que tenerles miedo y no poder comentarles nada de
sus sueños o aspiraciones. Escucha a los pequeños, ellos son muy sabios,
podrían maravillarte con sus palabras y sus soluciones. Si hay peleas
entre ellos a causa de los celos, lo solucionas muy fácil con palabras
florales dichas para todos.
Las "Palabras Florales" pueden ser, por ejemplo: "Yo tendría que tener
media docena de hijos como ustedes porque son de lo mejor que existe". Te
sorprenderá el efecto notable que causarán tus palabras. Puedes utilizar
miles de frases parecidas, frente a los demás o con cada uno por separado.
Incentívalos constantemente para que hagan lo que ellos desean hacer, sea
trabajar o estudiar. No te interpongas en el camino que tienen elegido
porque tú deseas determinada profesión para ellos
Si algún día vez que hay dificultades plantea una Asamblea como si
plantearas un juego. Les explicarás a todos que el juego consiste en
imaginar que cada uno de ustedes tiene veinte años.
Y arranca hablando de ti mismo. Verás que te las ingeniarás muy bien para
que la reunión tenga éxito. (Por ejemplo, podrás contar alguna anécdota
tuya, que sea chistosa, de la época en que tenías la edad de tus hijos.).
No digas lo que quieres que hagan los demás, déjalos expresarse, atiende a
tus hijos: escúchalos. Es fundamental darle la voz a cada uno en Plena
Democracia. ¡Que cada uno pida la palabra!
En el momento en que hable el mayor, préstale atención recordándote a ti
cuando tenías su edad, pero no te compares, no digas que tú a su edad
tuviste que hacer tal o cual cosa para vivir.
Imagínate con esa edad viviendo en la época actual, con la vestimenta que
se usa hoy y la música que se escucha hoy, y compréndelo. Entre todos
encontrarán la solución para cualquier conflicto que exista.
Cuando opine el o la del medio, haz lo mismo. Vas anotando los objetivos
de cada uno y la forma en que pueden lograrlos. ¡Escúchalos sin
interferir, aunque no estés de acuerdo! Después de que hablen, en el
momento en que te toque el turno de opinar, expondrás tus ideas.
Y lo mismo repetirás con los hijos que siguen hasta llegar al menor.
Utilicen el cuaderno, en el cual anotarán la fecha de la Asamblea y las
resoluciones que se tomaron.
Entre todos controlarán que cada uno cumpla el compromiso que asumió. La
asamblea que explico para todos los casos familiares funciona al igual que
una terapia de grupo. Quiéreles mucho El amor es el motor que mueve el
mundo. Es la sangre que circula por la vida de cualquier familia. Si
quieres a tus hijos, hez de dedicarles tiempo. ¿Cuánto? Todo el que
puedas. Todo el que te sea posible. Una vez que quedes libre de tus
responsabilidades laborales, de tus trabajos familiares, el tiempo es para
tus seres queridos “esposo, esposa” e “hijos”. Este tiempo dedicado a
ellos fructificará mucho. “Dará un fruto que permanecerá en los hijos”.
Ellos habrán recibido a través de este tiempo dedicado a ellos: amor,
experiencias, recuerdos, aprendizajes importantísimos... Muchas veces
quieres que tus hijos no carezcan de nada, que no sufran, que no tengan
que sacrificarse. Esto es un error grave que hará muy difícil que, cuando
sean mayores, afronten las dificultades que se presenten: una asignatura
difícil, una relación conflictiva... Abandonarán ante las dificultades. Su
fuerza de voluntad está debilitada porque los has criados entre algodones.
Corrígelos pero no los humilles. Lo primero es fundamental; lo segundo es
nefasto. Al corregir, orientas, estimulas, indicas el rumbo a seguir,
marcas indicadores en el camino. Al humillar, hieres profundamente el
corazón de tu hijo o hija. Le haces sentir malo, incapaz, inútil.
Deterioras su autoestima y se sentirá siempre inseguro porque no fuiste
ese indicador que marcan con firmeza el camino. Entonces necesitará
encontrar otros adultos que le guíen (educadores, maestros, amigos). Al
educarlo vas seleccionando lo que es importante de lo que no lo es, lo que
es esencial de lo que es secundario. Y esto es algo que el hogar debe
ofrecer sobre todo con el ejemplo de cada día. Sin valores, el niño
crecerá perdido, sin saber decidir entre lo que está bien y lo que está
mal.