EL CONCUBINATO

 


 



Muchos padres, se asustan ante esta realidad, que no se habla, pero que existe y es una gran verdad y muchos de sus hijos lo realizan oponiéndose a los mismos o a sus expectativas. Es muy cierto que los padres desean lo mejor para los hijos, pero, ¿Quién puede decir qué es lo mejor? ¿Qué padre puede pensar que si su hijo o hija se han casado legal y religiosamente estarán mejor en el futuro y eses matrimonio será eterno?
Una libreta de casamiento no es garantía para nadie de Felicidad ni Fidelidad, como tampoco lo es vivir en concubinato. Existen miles de personas separadas, y divorciadas que han cumplido con las reglas legales y religiosas y sus hijos hoy sufren las consecuencias.
El concubinato hoy día, sigue siendo un tema tabú, del cual nadie habla. Sin embargo, su relevancia es de una escala enorme.
Hoy, hay más jóvenes que conviven juntos sin papeles, que jóvenes casados. Cabría preguntarse, ¿Por qué?
Es evidente que si una pareja decide vivir juntos sin casarse, no hay confianza absoluta en el otro, se teme algo que no se sabe qué es, o aún más, no se está seguro del amor que se tienen.
La cuestión de la falta de apoyo común a esta forma de relación sentimental está profundamente enlazada a ritos antiguos, religiones, y tradiciones, conveniencias económicas y una negación de ciertos aspectos del comportamiento humano actual.
Estos jóvenes se sienten con más libertad, con derecho a separarse en cualquier momento y pensando que un divorcio sale más caro que un casamiento, como también la libertad de tener o no hijos.
Socialmente hablando; la pareja que se constituye en concubinato no busca la conformidad de la sociedad en que se encuentra, pues no realiza los "rituales" preestablecidos para ser conocidos como pareja, (matrimonio), en donde participan los allegados a los enamorados, dando su aprobación con su concurrencia a tal decisión.
Esto aparenta ser irrisorio, pero de alguna primitiva manera, es así. Rompen también con las cuestiones monetarias de la pertenencia de los bienes, ya que sin papeles legales de por medio, cada componente de la pareja toma las decisiones del manejo del dinero individualmente, y la condición entre ambos es simplemente la “mutua confianza”, lo que genera temor en quienes se apoyan en las tradiciones y reglas conocidas.
Sin embargo, estos son escollos relativamente fáciles de esquivar, y en general las personas actualmente lo ven como una variante más de unión matrimonial, sin oponer mayor resistencia.
Nadie puede asegurar el amor eterno o la relación perfecta, ni en el matrimonio con papeles, ni en la pareja libre, pero en cierto modo, en este siglo; jamás fue tan frágil y tan vapuleada la conformación familiar como núcleo primario social.
Es de allí que surge como alternativa el concubinato, dejando a un lado las formas comunes. A su vez, nos muestran una evolución casi anárquica de las relaciones humanas, que descreídas de los modelos de comportamiento impuestos, buscan el concepto de familia, hogar, amor y compañerismo lejos de todo papelerío técnico, bendiciones y complacencia social.
Como dato relativo lo llaman "prueba de convivencia", de meses, a uno, o dos años. Sólo bastaría preguntar a quienes están "en pareja" (concubinato), casados o divorciados, si esta forma de vida los hace felices, si pueden tener seguridad en la pareja que han elegido y si; realmente existe amor por el compañero o la compañera.
De todo esto podemos observar y comprender que la sociedad ha cambiado lentamente alejándose de ciertas jerarquías establecidas, y ha mutado la decepción ante la destrucción de las instituciones conocidas, en esperanza puesta en la pareja sin convencionalismos, y a su vez en el altar primigenio de la familia.
Muchos quieren vivir juntos antes de casarse para conocerse, para saber si congenian, etc. En ese vivir juntos está incluido también dormir juntos, tener relaciones sexuales. Etc.
Sin embargo, está comprobado estadísticamente que esa convivencia prácticamente nunca produce efectos beneficiosos.
Los jóvenes que empiezan a tener relaciones, cambian notablemente de actitud: se tornan más posesivos, más celosos, más irritables.
Pero se puede ir más al fondo de la cuestión. No es serio ni honrado «probar» a las personas, como si se tratara de coches o de instrumentos. A las personas se las respeta, se las venera, se las ama; por ellas arriesga uno la vida, se juega a cara o cruz, el porvenir del propio corazón.
Las razones son múltiples y en cada caso influyen unas más que otras. No habría que descartar la simple costumbre: el hombre y la mujer tienden a imitar lo que los demás hacen y hoy es bastante común ese retraso.
Yendo aún más al fondo de la cuestión, cabría evocar una vía optimista. Algunos jóvenes son conscientes de que, por muy diversos motivos, no están todavía preparados para asumir las cargas, gozosas o costosas del matrimonio y los hijos. Y prefieren madurar antes de dar un paso tan decisivo.
Pero también hay motivos menos positivos: un cierto miedo al compromiso, el afán de seguridad tan característico de nuestra época y tan neurotizante. Incluso la pretensión, un tanto ingenua, de aprovechar lo mejor del amor sin cargar con sus consecuencias desagradables suele acrecentarse cuando los novios tienen la mal llamada vida de pareja.
Otra cuestión que se plantean las parejas es la de tener o no tener hijos. Ante los primeros años de vida en común: “vamos a esperar, queremos conocernos, disfrutar un poco”.
El amor conyugal tiene una especial fecundidad: dar la vida a nuevas personas, por tanto, querer limitar o impedir cualquier amor, es cortarle las alas y, con ello, poner obstáculos para la propia felicidad.
Vale la pena el esfuerzo innegable que lleva aparejado cada hijo, porque, entre otros motivos, eso supone una mejora del amor recíproco y continuar el amor de ambos en ese hijo engendrado.
Un hijo vale infinitamente más que el coche, la televisión, la vivienda bien amueblada…, es una fuente radicalmente mayor de felicidad y dicha.
Aquí entraría a un tema de capital importancia en la cultura de hoy.
Entendemos la felicidad como total ausencia de dificultades, de esfuerzo, de dolor… Pero no es así.
La felicidad es exclusivamente proporcional al amor.
Y el amor se templa y mejora, se pule, crece… precisamente mediante el sacrificio.
No entenderlo de esta manera es una de las causas de tanta infelicidad… y de tantas neurosis.
En esta época de quiebre de las grandes verdades de la civilización
¿De qué otros modelos de pensamiento se irá liberando el individuo?



 

 

Ludy Mellt Sekher©


Fragmento de :
"Haz de ti un Triunfador"
I.S.B.N.2.823.-331-25-9
©Ludy Mellt Sekher
©Editorial L.M.S.
Montevideo Uruguay

 


 

 

 

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