Cuando comenzamos en esta etapa de nuestra vida, en pareja o solas, generalmente
somos muy jóvenes y de la gran alegría de tener a ese pequeño ser por primera
vez en nuestros brazos, producto de nuestra participación en la perpetuación de
la especie, pasamos a la gran preocupación de saber que ese HIJO, será para
siempre nuestra responsabilidad y a quién daremos nuestros mejores esfuerzos por
cuidarlo, por amarlo y convertirlo en una persona feliz y realizada. Pero el
camino es largo y muchas veces desconocido, que iremos descubriendo juntos,
sabiendo que la mano fuerte es la nuestra , la del pequeño será la que nos
incentive a encontrar soluciones , muchas veces desesperadas para poder cumplir
satisfactoriamente nuestro rol de madres. También se ira despertando en
nosotras, el llamado "instinto maternal", que es realmente fuerte y sabio y nos
allana el camino frente al no saber como proceder frente a una eventualidad o
imprevisto y después, de pasada la emergencia, nos asombramos de ver que pudimos
resolverlo como el más experimentado " prevensionista de riesgos. Ese instinto,
creo que viene de Dios y lo tiene toda mujer, de cualquier condición social o
cultural, por eso es divino.
Hay muchas interrogantes que nos planteamos y aquí trataremos de resolver
algunas, las más comunes.:
¿Deberíamos amar sin límites a nuestros hijos?
La respuesta instintiva es por supuesto SI, pero si pensamos más calmadamente
hay varias consideraciones muy útiles que hacer, sin desvirtuar la primera
aseveración.
- Si en nuestra vida todo tiene sus límites, y que cualquier fluido se deforma
sin su contenedor, que bebemos mejor cuando hay un vaso, comemos mejor cuando
hay un plato, que amamos mejor cuando hay respeto, educamos mejor cuando sabemos
aguantar nuestras iras y actuamos frente a nuestros hijos en forma racional y
justa, donde ellos aprendan a ver que las reglas son importantes para que la
convivencia generacional no sea una limitación, sino, mas bien un acoplamiento
entre seres que se aman y que están viviendo etapas diferentes de la vida y que
la jerarquía amorosa es la que rige el sistema. Entonces el niño aprenderá a
saber cuales son sus límites y sus fortalezas, es decir cada cual en su plano
actuará libremente, sin frustraciones ni excesos, y así aprenderá sin presiones,
que hay un tiempo para jugar y otro para respetar las normas y que el rebasarlas
es como hacer trampa en el juego familiar. Cuando logramos que este predicamento
sea comprendido integralmente, el resto fluirá y entonces la vida familiar será
tranquila y plena. Es decir, amar a los hijos no significa que ellos no se rijan
por reglas.
¿Afecto y disciplina son antagónicos?
Puede parecer que afecto signifique proximidad y complicidad. Y que disciplina
signifique distancia y dureza. Pero sin autodisciplina nadie puede conseguir sus
objetivos. La autodisciplina nos ayuda a madurar y a ser felices, a conocer
nuestros propios límites, y por ello a comprender los límites de los demás. Eso
nunca es malo: ayuda a convivir.
¿La familia siempre educa?
El entorno familiar va modelando los aspectos básicos de la personalidad y de la
respuesta social. Cuando niños, hablamos, nos movemos y gesticulamos como lo
hacen nuestro padres. Por eso, la familia es muy importante en la formación del
niño y también, es por ello que los padres tienen la obligación de "aprender y
mejorar " su accionar frente a los suyos, porque son el espejo en el cual sus
hijos se miran a diario.
Es importante ir comprobando como los hijos aprenden de lo que ven. Si pretenden
algo y se les niega, insisten de forma impertinente y entonces lo
consiguen...han aprendido que mediante "una pataleta" consiguen su objetivo.
Por eso, si siempre respondemos igual, negando y luego dejándonos vencer,
aprenden a ser siempre impertinentes, es decir, no les controlamos, sino que son
ellos quienes nos controlan. Allí actúa el chantaje más que el control....Esa no
es una buena forma de educar.
Por eso, si pretenden algo, y respondemos con coherencia (un sí o un no hasta el
final). O bien un razonamiento o un pacto (también hasta el final), aprenderán
que nuestro mensaje se cumple, y ello les ayuda a escucharlo y a imaginar qué
les pasará luego. En este caso les controlamos y ellos conocen la norma, eso les
da seguridad. Educamos en control y sin chantajes, esa es la forma óptima de
educar.
¿Esto último nos obliga a los padres a aguantarnos?. Sí, evidentemente, y
resulta más difícil, quizá es más molesto hacer de "malo de la película" que de
"compinche", pero el resultado no tarda en aparecer. Educar bien desde el
principio, es la mejor inversión de nuestra vida.
¿No podremos ser comparsas o amigos de nuestros hijos?
Si no nos sintiéramos responsables e íntimamente implicados "cómplices" de la
vida y la felicidad de nuestros hijos, sería imposible hacer bien de
padres/madres. Pero nuestro papel es, aparte de compañeros de viaje, ser también
de conductores y debemos "sentarnos en la fila de delante". Guiarles, a veces
empujando, y a veces frenando. No podemos creernos "amiguitos" suyos, "sentarnos
en su fila", hacer de hijos, porque nuestro deber es hacerles disfrutar del
viaje de la vida, del que nosotros somos sus primeros guías.
Si sufrimos mucho esta distancia ellos también la sufrirán. Si lo hacemos con
normalidad, ellos también lo admitirán como normal.
¿Es imposible que en casa se porten bien?
Pues posiblemente. Siempre nos mostramos más directos con quien tenemos mayor
confianza. Usamos pocos "protocolos de urbanidad", por ejemplo, con nuestro
padre/madre, con nuestra pareja o con nuestros hijos.
Ellos tampoco usan esos protocolos. Como suele decirse: "los trapos sucios se
lavan en casa". Los niños pequeños (sobre todo a partir del año) van ampliando
sus horizontes de actuación, y los experimentos difíciles, como intentar romper
limitaciones y normas, los ejercitan donde se sienten más seguros de sí mismos.
Es decir, en casa. Saben que con los padres se puede experimentar todo, y nunca
les pasará nada malo. Y, como suele decirse, "tiran de la cuerda": fuerzan e
intentan romper barreras (la disciplina, comer lo del plato, dormir en su cama y
a su hora, coger o tocar lo que no deben, etc.).
La respuesta limitante de los padres/madres les indica cual debe ser la conducta
social, es decir, fuera de casa. Los niños son maravillosos en la guardería o la
escuela, y mucho más desordenados, en su casa. Ello indica que saben como deben
comportarse, luego el mensaje educativo ha sido eficaz, pero en casa creen que
no hace falta comportarse así.
Esto es absolutamente normal hasta cierto punto. El punto en que los
padres/madres fracasen en su intento de obligar a unos mínimos de "educación"
(respeto, orden, formalidad, etc.) en casa.
Apuntes tomados de la Asociación española de Pediatría (Dr. Josep Bras
Marquillas)