Los celos son un estado emotivo ansioso que padece una persona y que se
caracteriza por el miedo ante la posibilidad de perder lo que se posee.
El rasgo más acusado de los celos es la desconfianza y sospecha
permanentes en el otro que perjudican gravemente, la relación con la
persona amada. Es un Sentimiento, paralizador y obsesivo causado por el
temor de que la persona que amamos prefiera a otra en lugar de a nosotros.
Podemos pensar, que cuando nos mostramos celosos experimentamos
sensaciones inherentes a nuestra condición de seres humanos.
Las personas muy celosas son, frecuentemente, apasionadas, ansiosas, un
poco neuróticas, y proyectan en su entorno humano sus propias tendencias a
la infidelidad. Buscan con avidez todas las pruebas de su presunto
infortunio y se muestran refractarios a los argumentos racionales que les
trasmiten las personas cercanas con las que se sinceran. Los celosos
delirantes que se sienten abandonados, menospreciados y burlados, pueden
llegar hasta la tragedia de perseguir con odio a su "amor" y no vacilarán
en atacarlo. De ahí que este sentimiento de los celos genere tantos
problemas, no sólo en la seguridad física de las personas afectadas, sino
también en el equilibrio emocional de otras muchas cuyo bienestar
psicológico se ve amenazado.
Cuando en una pareja surge el miedo a la separación, éste se manifiesta en
forma de celos, de persecución al cónyuge en su hipotética infidelidad,
controlándole y pretendiendo obligarle a que sea fiel.
Cuanto más persigue a su pareja con celos, tanto más se siente impulsado
el perseguido o perseguida a demostrar su autonomía, esforzándose en
alejarse y no dejarse obligar. Y cuanto más lo hace, tanto más busca el
celoso o celosa reclamarle como posesión propia y secuestrar su libertad
de movimientos y de sentimientos.
El celoso exige entonces a su pareja la descripción pormenorizada de su
supuesta aventura y en su mente se mezclan el miedo al ridículo, a estar
en boca de todos, el sentir con dolor que la otra persona vale más, la
pérdida de autoestima, un deseo morboso de información, un desmedido afán
de control, un sentimiento de posesión exacerbado, la agresividad para con
uno mismo...
Vive la situación como si de una tortura se tratara e incluso con deseos
de venganza, que van desde el encerrarse en el silencio hasta el drama.
Los celos, en contra de lo que podría parecer, no siempre son consecuencia
de un gran amor, ni indican cuánto se quiere a la otra persona. En muchas
situaciones de celos hay, más que amor o miedo a la soledad, otras causas:
sentimientos de posesión del otro, de necesidad de controlarle, de
inseguridad en uno mismo, de envidia hacia la mayor riqueza de la vida
emocional del otro...
En la realidad cotidiana, los celos rompen y enturbian las relaciones, y
los individuos celosos acaban minando, con su posesividad y persecución
asfixiante, el gozo y el placer del encuentro, el equilibrio en la pareja,
que se basa en la ternura, la comprensión, la tolerancia y el respeto a la
autonomía del otro. Si en un momento determinado nos sentimos víctimas de
un ataque de celos que perjudica nuestro bienestar emocional, actuemos
decididamente.
Fortalezcamos el diálogo continuo, la confianza y el contacto amoroso: son
los mejores instrumentos para superar el desencuentro y los celos.
Si somos celosos aceptémonos más, confiemos en nosotros mismos y
trabajemos la seguridad en nosotros mismos, nuestra autoestima.
Si sufrimos un cuadro agudo de celos o nos vemos incapaces de gestionarlos
por nosotros mismos, dirijámonos cuanto antes a una consulta psicológica.
Y, por último, si hay motivo real para nuestros celos, planteemos con
realismo la situación a nuestra pareja. Y armémonos de valor, paciencia y
comprensión para superar la situación. Casi todo tiene un final, y el amor
también puede terminar.
Evita pensamientos destructivos que hacen que el problema de los celos se
agrave e intenta sustituirlos por otros de seguridad y confianza que
ayuden a frenarlos.
Esfuérzate en ser objetivo y aprende a diferenciar lo que son hechos
reales de lo que puede estar manipulando tu imaginación. Procura ser más
tolerante y dejarle su espacio a tu pareja: evita ese impulso irrefrenable
que te lleva a estar en todo momento controlando y preguntándole sobre lo
que hace y con quien. De esta forma lo único que vas a conseguir es que se
sienta cada vez más atosigada.
Comenta lo que te ocurre a algún amigo de confianza y pídele consejo. No
olvides que ocultar el sufrimiento y negarlo hace que se potencie cada vez
más.
Los consejos y puntos de vista de otras personas ayudan a analizar lo que
nos ocurre de forma objetiva y a encontrar soluciones que tal vez no se
nos habían ocurrido.
Reflexiona sobre lo que te ocurre e intenta aclarar tus ideas. Esto te
ayudará a exponer tus sentimientos con sinceridad, a descubrir tus miedos,
necesidades, etc.
Y una vez detectado el problema procura poner todos los medios a tu
alcance para solucionarlos. Evita utilizar amenazas, habla claramente de
lo que te ocurre, no te ciegues con la rabia e intenta buscar soluciones
al problema.
Evita culpabilizar a alguien de lo que te ocurre. Procura ser responsable
de lo que sientes y no olvides que tus actos dependen de ti, y eres la
única persona que puede cambiar tu conducta ante lo que estas sintiendo.
Evita ser trágico a la hora de asumir los celos: esfuérzate en apreciarlos
como síntoma de amor verdadero y prevenirlos cuando se descontrolan y
vuelven dañinos.
Si aprendemos a controlar estos impulsos, los celos nos pueden ayudar a
apreciar y valorar a la persona que tenemos al lado y a cuidar el amor del
otro sin darlo siempre por supuesto.
En algunos casos, cuando los celos son muy frecuentes, intensos y
duraderos y surgen sin ningún motivo, se vuelven patológicos y necesitan
atención médica.