La clave mágica que tiene un buen
matrimonio es elevar la mirada y afirmar la atención sobre el ser amado y la
relación de ambos.
Uno no deprecia las ideas y preocupaciones del otro. Selecciona sus relaciones y
respeta las amistades de su compañero/a.
Reconoce la diversidad en los gustos, ideas, y vocaciones de su pareja. Le
brinda su propio espacio y lo deja libre de actuar siempre.
No le observa los errores o defectos, toma mucho más las cualidades y dotes
superiores para estimularlo al desenvolvimiento.
No sacrifica la paz del hogar con discusiones y conflictos, bajo el pretexto de
honrar esa o aquella causa de la humanidad, porque la dignidad de cualquier
causa de la humanidad comienza en el reducto doméstico.
No dejan de estudiar y prepararse constantemente, bajo la disculpa de haber
dejado la condición de soltero o soltera. Saben comprender que la comunión
afectiva en el hogar debe recomenzar, todos los días, a fin de consolidarse en
un clima de armonía y seguridad.
Tienen la luz de aceptar la existencia, mejorándose a si mismos; cumpliendo la
obligación que el momento exige; trabajan sin reclamar honores; reciben las
agresiones disculpándolas sin quejas; nunca se desaniman en la práctica del
bien; porque todo ello es señal de la Presencia de Dios en ellos. Y Dios sabe
recompensarlos con los años.
En cuanto a la felicidad no se olvidan que todos transformamos siempre aquello
que amamos. Se aceptan como son, dando de si a la vida lo mejor que tienen,
caminan mas fácilmente para ser feliz. Su felicidad es naturalmente proporcional
en relación a la felicidad que hacen para los otros.
Su felicidad puede exhibirse, pasear, hablar, y comunicarse a la vida externa,
mas reside exactamente en su conciencia tranquila.
Su amor es la fuerza de su vida y el trabajo vinculado al amor es la usina
generadora de la felicidad. Nunca se lamentan, porque la felicidad está llamando
a su corazón para una vida nueva.
Prosiguen amando y respetando a sus padres, después de formar su propia casa,
comprendiendo, también, que eso les trae nuevas responsabilidades para el
ejercicio de cuanto es de imperioso cultivar la independencia, porque recuerdan
que, el pretexto de la libertad, no es relegar a los padres al abandono.
Están de acuerdo en temas que constituyen la columna vertebral de su relación.
Usan sus mejores recursos en la resolución de los conflictos que van
apareciendo.
Esto lo logran con el fuerte sentido de compromiso y de amor que ha iluminado
con particular intensidad su vida matrimonial.
Los matrimonios felices tienen una diferencia con los que fracasan lógicamente.
La diferencia es la forma de enfrentar los problemas diarios, es la convicción
de que la perseverancia y el esfuerzo son los únicos caminos que vale la pena
transitar en aras de un mejor resultado.
Existen muchos matrimonios tremendamente satisfechos de su vida en común, que no
aparecen en los diarios, en las revistas, en las radios ni en la televisión.
Pocos se han detenido frente a ellos. Tampoco se les ha dado espacio para
revelar el secreto de su éxito. En estos matrimonios no hay grandes y
significativas diferencias.
Principalmente no existen los Egos por ambos lados, siempre son dos que son Uno.
Están de acuerdo en la filosofía de vida, en la relación con las familias de
origen,
En el tiempo dedicado a estar juntos, decisiones profesionales y laborales,
propósitos, metas y prioridades.
Generalmente los mejores matrimonios nunca salen a contar cómo lo han logrado, y
una de las causas es, porque su intimidad es únicamente de ellos y el amor que
los une no necesita publicidad, pero deberíamos aprender de ellos siempre y ver
que también tienen diferencias entre si.
Un buen matrimonio no es sinónimo de ausencia de discusiones. Siempre hay
aspectos sobre los cuales hay roces. No obstante, estos se refieren a
situaciones puntuales.
La importancia de enfrentar y conversar entre marido y mujer todas aquellas
situaciones respecto de las que se puede apreciar una diferencia que interfiere
o impide tener una mejor relación es de suma importancia y siempre lo tienen en
cuenta.
No hay temas tabúes ni situaciones que no importan. Esto es porque el matrimonio
se funda en la mutua confianza, que es el soporte sobre el cual descansa el
vínculo.
Siempre tienen la posibilidad de ver las cosas desde un punto de vista positivo,
poniendo el acento en lo constructivo que se presenta. Porque tienen una
elevación de sus propias potencialidades.
Sobretodo, saben la importancia del sentido del humor, empiezan cada día con la
mente en blanco en lo concerniente a no recordar situaciones pasadas
solucionadas.
Es posible observar que los matrimonios felices lo son por haber tenido grandes
dificultades y haberlos superado con amor, madurez y comprensión.
Manifiestan que la construcción de la vida matrimonial no está hecha de una sola
vez sino más que nada de la suma de cada uno de los esfuerzos que diariamente se
suman y que cobran sentido para contemplar la obra en su totalidad.
Saben que el amor tiene mucho de inexplicable, irracional e inconsciente. Que
existen también muchos elementos conscientes que hay que pesar en una balanza a
la hora de tomar una decisión cuyas insospechadas consecuencias pueden apreciar
durante toda la vida. La madurez, es el eje que reduce al mínimo los factores de
riesgo.
Esa madurez que se basa en una adecuada autoestima y respeto por el otro,
ayudando siempre al ajuste entre ellos.
Estos matrimonios tienen presente que el amor es más que nada una decisión y
que, como tal, cada día existe la posibilidad de hacerlo crecer. Saben y
entienden que hay factores especialmente riesgosos, Egoísmo, Celos, Egos, Dudas.
Saben ver que la existencia de estos problemas, puede afectar muy mal la pareja
y llevar a un fracaso matrimonial, por lo tanto están siempre alerta sobre
ellos.
Y por sobre todas las cosas, estos matrimonios, sienten y expresan el mejor Amor
del mundo por su pareja que hace que su unión sea un buen matrimonio.
Y que es la clave que les permitirá permanecer juntos hasta que la muerte los
lleve juntos.